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    Shiva, la imagen de la iluminación
    por Nityananda

     


    Los símbolos místicos de la India, como los de todas las religiones populares, transmiten realidades espirituales profundas tras las imágenes que conmueven el corazón de los devotos. La imagen de Shiva, el aspecto divino que transmitió el Yoga a la humanidad, es una metáfora de todo el proceso yóguico, y una imagen de lo que podemos llegar a ser.

    Según la tradición, Shiva es el gurú original. Es un renunciante, pero a la vez un hombre de familia. Se dice que está sentado sobre una piel de tigre, vestido con piel de elefante y de ciervo. El significado de esto es que ha trascendido la ira (el tigre), el orgullo (elefante) y la inestabilidad de la mente que persigue incesantemente sus deseos (ciervo). En su imagen sentada se le conoce como "Pashupati" o Señor de los animales. El significado de esto es que es alguien que ha activado y dominado los chakras inferiores, donde se asientan los impulsos animales básicos, que configuran la vida de la mayoría de los seres.

    Pero Shiva ha dominado y trasmutado estos impulsos. Su cuello está adornado por una cobra viva, a modo de collar. ¿Quién querría -o se atrevería- a llevar una cobra en el cuello? Pero ni su mordedura ni su veneno son peligro para Shiva. La serpiente como collar representa la integración del propio subconsciente, y de la fuerza vital, con todos sus impulsos animales y venenos. Shiva los ha transmutado en su corazón. También se dice que es el Señor de los espíritus y fantasmas, lo que nos dice que su subconsciente y sus miedos le obedecen. Éste es el resultado de la práctica yóguica real.


    Dominio de la fuerza vital, dominio de la mente

    La montura de Shiva es Nandi, el buey. El buey es conocido por su enorme fuerza y su gran instinto sexual. Se dice que Nandi siempre está mirando a Shiva; en los templos del sur de la India hay estatuas de Nandi contemplando a su Señor, y es costumbre que los devotos no se interpongan entre ambos. Shiva ha transmutado su energía sexual mediante el proceso yóguico; Él la dirige, no es dirigido por ella. Por eso Nandi siempre le mira y le sigue. Otro atributo de Shiva es el tridente, alzado hacia arriba, con el que se dice que acaba con los demonios. El tridente representa los tres nadis, Ida, Pingala y Sushumna; es el símbolo de la energía Kundalini, que ha despertado y se ha desplazado hasta el chakra de la corona, en lo alto de la cabeza, acabando con los demonios del ego.

    Un gran moño enmarañado en lo alto de su cabeza nos indica que su energía vital, transmutada con el Yoga, se ha acumulado en el chakra de la corona. Entre sus cabellos está la diosa Ganga, el río que borra los pecados. La gracia de la Divinidad, una vez abierto el chakra de la corona, se derrama incesante del hombre realizado, de Shiva. Y la luna creciente en su cabeza, nos enseña que el dominio de su fuerza vital va unido al dominio completo de la mente, que es siempre tan mutable como la luna.


    Maestro del desapego, maestro del éxtasis

    Shiva es también el Dios de la destrucción. Algunos dicen que mora en los cementerios, con su cuerpo embadurnado de ceniza. Porque el Yoga destruye el ego, y el auto-engaño de las ilusiones mundanas que atan y encadenan a la humanidad. Shiva nos hace despertar de la fiebre nunca colmada del deseo sin fin. Las cenizas en su cuerpo representan el desapego hacia las tentaciones de los sentidos, y los cementerios son el espacio de la muerte de todo deseo. En la ausencia del deseo encontraremos a Shiva; y la ceniza (instrumento de bendición, similar al agua bendita) es lo que queda cuando el fuego de la iluminación quema todas las ilusiones mundanas. Se dice que Shiva, con su tercer ojo, redujo a cenizas a Kama, el dios del deseo, cuando éste intentó sacarlo de su éxtasis yóguico o samadhi.

    El samadhi, el trance de la unión con el Absoluto, es la meta del yogui. Shiva mora permanentemente en él, en las heladas alturas de los Himalayas. El samadhi es la vivencia de la consciencia pura, más allá de todo contenido mental o apego. Desde la visión del ego esto es un lugar helado, elevado, ya que el ego no tiene allí ningún referente personal. Hace falta mucho desapego (y mucho amor por el Divino) para entrar ahí, para atreverse a ser nada. Pero siendo "nada" se puede ser "todo". Mientras seas "algo" no puedes ser "todo". Igual que cuando Jesús dijo "bienaventurados los pobres de Espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos".

    Es difícil concebir el samadhi, entre otras cosas porque no se puede concebir desde la mente, ya que el samadhi supone que ésta se detenga, y uno vivencie la consciencia pura, el Ser. Un instrumento maravilloso para aproximarnos intuitivamente a lo que es la consciencia pura (y por tanto, el estado de samadhi) es la meditación en el lingam, el objeto sagrado que representa también a Shiva:

    El lingam representa el principio de la consciencia pura, auto-contenida, absoluta, sin principio ni fin. A veces se coloca sobre una base que representa a Shakti, el principio de la energía. La consciencia absoluta es el principio germinador de la Creación, manifestada como energía que da forma a todo. Igual que en el lingam, Shiva está contenido en su mantra: Om Namah Shivaya. La imagen de Shiva es la de la iluminación; representa lo que todos podemos llegar a ser, a través de la práctica yóguica. Por ello la declaración gozosa del yogui que llegaba al final de su camino era "Shivoham"... yo soy Shiva.

 

 

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