Cuando duermes y sueñas creas universos, con vivencias que te dan felicidad o te hacen sufrir. Cuando despiertas, piensas “qué tontería lo que sentí en el sueño” – comprendes que todo fue una creación de tu mente. Pero hasta que no despiertas del sueño, hasta que no cambiaste tu estado de consciencia del estado de soñar al estado de vigilia, no pudiste comprender esto. En el estado de soñar, lo que viviste, triste o alegre, era real.
De forma similar, nuestra realidad física también es una creación de la mente, y hace falta despertar a otro estado de consciencia, superior al de vigilia, para darse cuenta de ello. Algunos llaman a este estado de consciencia “consciencia cósmica”, aunque puede tener muchos nombres.
Un “satgurú” es alguien que ha despertado a este estado de consciencia y que, bajo ciertas condiciones, puede transmitir este estado a otros, igual que una vela enciende otra vela.
Diferentes religiones han sido fundadas por seres humanos que experimentaron esta consciencia cósmica, y la describieron con imágenes diferentes, según su propia experiencia. Imágenes que van desde lo más personal (por ejemplo Jesús) a lo más impersonal (por ejemplo Buda). Estos fundadores transmitieron muchas veces su estado superior de consciencia a sus seguidores más cercanos.
Pero – como suele pasar – los dirigentes políticos de esas religiones no tienen ya, ni de lejos, el estado de consciencia del fundador. Esa experiencia original es sustituida por el rito y la adoración de las imágenes metafóricas que dieron los fundadores para transmitir su vivencia.
Un satgurú no ofrece creencias ni ideologías religiosas, sino la experiencia real de la consciencia cósmica. Ante la presencia física del satgurú uno experimenta una paz y un gozo inefables, que nada en el mundo puede proporcionar.
La dificultad está, entonces, en encontrar a un satgurú verdadero; pero no hay un tesoro mayor en el universo. Su gracia es la puerta a la consciencia cósmica.
Encontrar al satgurú
Se dice que uno no elige al maestro, sino que es elegido por él (o por ella). También se dice que cuando el discípulo está preparado, el maestro aparece.
Así que la mejor manera de encontrar un satgurú es prepararse para ello. Los maestros prescriben una disciplina yóguica o “sadhana” que el discípulo debe seguir. Cuanto más cercano es el trato entre ambos, más personalizada es esta sadhana.
Muchos maestros de Yoga han dejado sadhanas establecidas que cualquiera puede seguir, según su orientación y preferencias. Los diferentes linajes de Yoga ofrecen una inmensa riqueza de enseñanzas y de técnicas que uno puede seguir. El fin de todas estas técnicas y enseñanzas es que sus practicantes alcancen el gozo y la felicidad duraderos; esto es lo que todos los seres humanos buscamos de una forma u otra.
A través de ellas, de seguir una de estas sadhanas, el estudiante puede recibir también la gracia del maestro o maestros de su linaje. Y a veces, tras este esfuerzo, puede encontrarse con un maestro realizado en vida.
De modo que la forma de recibir las bendiciones de un satgurú, de un modo u otro, es seguir una sadhana establecida por un satgurú.